Nuestro sitio web utiliza cookies para mejorar y personalizar su experiencia y para mostrar anuncios (si los hay). Nuestro sitio web también puede incluir cookies de terceros como Google Adsense, Google Analytics, Youtube. Al utilizar el sitio web, usted acepta el uso de cookies. Hemos actualizado nuestra Política de Privacidad. Haga clic en el botón para consultar nuestra Política de privacidad.

Presidenciables no respaldan a sus vicepresidentes, según Akamine

https://pxcdn.reduno.com.bo/reduno/062025/1751246861736.jpg

En Bolivia, el proceso de selección para la fórmula presidencial avanza, sin embargo, los candidatos a la vicepresidencia se encuentran ante un obstáculo frecuente: su limitada habilidad para atraer a los principales candidatos presidenciales. Analistas en estrategia política coinciden en que los aspirantes a la vicepresidencia aún no han conseguido proporcionar el respaldo o la notoriedad que las candidaturas principales necesitan.

En las semanas recientes, se ha puesto el foco en la elección de compañeros de fórmula, un procedimiento caracterizado por la improvisación y decisiones tomadas a última hora. Según la lógica tradicional, un aspirante a la vicepresidencia debería complementar, reforzar o atraer votantes adicionales al dúo presidencial. No obstante, la situación en Bolivia demuestra que muchos dúos se forman más por presiones institucionales, reforzadas por los plazos de los partidos para el registro, que por razones estratégicas.

Según los expertos, uno de los principales elementos es que los candidatos presidenciales, en su mayoría, todavía no han tomado una decisión o ya se concentran en establecer alianzas electorales antes de incluir personalidades con peso propio. Esto da lugar a fórmulas que favorecen nombres funcionales —directivos moderados, analistas o figuras secundarias— pero sin poder real de convocatoria política. Como resultado, el desempeño ofensivo es débil, sin capacidad para movilizar o unir a otras fuerzas sociales o regionales.

Especialistas en comunicación y gobernabilidad consideran que esta situación refleja una crisis de liderazgo en las candidaturas. Con un panorama electoral fragmentado —donde aparecen hasta una docena de postulantes y sin una figura que sobresalga con claridad— los vicepresidenciables ponen énfasis en cubrir equilibrios demográficos o simbólicos (género, región, etnia), sin llegar a sumar estructura ni recursos electorales.

Algunas situaciones específicas lo demuestran. En diferentes duplas se han seleccionado como vicepresidentes a funcionarios respetables pero no muy conocidos, como antiguos ministros técnicos o líderes regionales de menor escala. Estas elecciones están influenciadas principalmente por la necesidad de satisfacer criterios electorales, en lugar de buscar sinergias que refuercen la fórmula desde su inicio. También, hay indicios de presiones provenientes de asesores internacionales o partidos importantes, quienes sugerirían personalidades imponentes ante la Asamblea Legislativa, aunque sin una conexión auténtica con los votantes urbanos o rurales.

En esta situación, se cuestiona la ausencia de refinamiento en la selección de candidatos. A diferencia de las naciones con sistemas sólidos donde se aprecia la especialización técnica, la pluralidad social y la habilidad legislativa, en Bolivia todavía persiste un desafío: métodos que operan bien en teoría, pero carecen de un vínculo efectivo con las principales bases políticas. La consecuencia es una campaña con limitados márgenes de maniobra y poca distinción frente a votantes exigentes.

Otro factor es que el rol del vicepresidente actualmente exige no solo la representación simbólica, sino también funciones de puente con el Legislativo y de articulación de políticas públicas. Ante un Parlamento fragmentado y gobernanza incierta, se necesita a alguien con capacidad de negociación, visión y liderazgo. Pese a ello, pocos aspirantes logran proyectar ese perfil. Muchos binomios instalan nombres sin experiencia verdadera para coordinar cuatro bloques regionales y legislativos, lo cual diluye la potencial eficacia de la dupla presidencial.

Esta situación genera inquietud entre especialistas en institucionalidad. Señalan que, si bien el vicepresidente figura constitucionalmente como presidente del Legislativo y miembro del Gabinete, no basta con que tenga actitud o representación. Hoy se demanda perfil nacional: con amistades parlamentarias, capacidad técnica y fortaleza comunicacional para intervenir en debates sobre economía, salud o educación. Ninguno de los actuales nombres logra esa multidimensionalidad.

En resumen, la designación del vicepresidente no ha obedecido a una estrategia política definida. Las decisiones tienden a ser reactivas, ajustándose a acuerdos temporales, sin desarrollar bases firmes ni planificar un programa coherente. Esto coloca a los candidatos presidenciales en una situación de carencia de apoyo político local, a pesar de que la ciudadanía solicita soluciones novedosas y confiables.

Se aproxima una oportunidad desaprovechada: con unas elecciones inestables, divididas y sin liderazgos firmes, la selección del compañero presidencial debe transformarse en un elemento estratégico para obtener apoyo, formar coaliciones y prever gobernabilidad. No obstante, hasta ahora continúa siendo más un trámite electoral que una estrategia política. Los siguientes días serán cruciales: será el momento de determinar si los candidatos a la vicepresidencia se limitan a ser un requisito o si finalmente brindan fuerza política a sus candidaturas.

Por Valentina Hernandez Jiménez